Un saludo a todos. Como prometí, voy a comenzar a subir historias cortas y demás parrafadas. Esta concretamente le escribí hace ya unos añitos, y esta dedicada: Santiago, que gran fan de Dawson sos, gordo ... ah...
1 de Febrero de 1998
Una mancha amarila. Una mancha amarilla en el lomo de una serpiente gris, rodeada de una inmensidad blanca. Esto es lo que vería un pájaro que sobrevolase nuestro autobús. Siempre me ha gustado pensar en los pájaros, pero no demasiado. Demasiado es malo.
Volvíamos a casa, a Regina, en la provincia de Saskatchewan, en Canadá. Volvíamos a casa victoriosos, los invencibles “Spartans” del Instituto Haley. Volvíamos a casa de la Final Nacional Juvenil de lacrosse.
El interior del autobus era un bullicio; todo el mundo gritando y contando lo que había hecho o dejado de hacer durante el partido. Jonah y yo eramos los únicos callados. Yo mirando por la ventana, y él mirandome a mi. Me quería. Me quería demasiado.
Era invierno y fuera nevaba, miraba los pinos, uno tras otro engalanados de blanco, los arboles que bordeaban la carretera interprovincial. ¿Y Yo? ¿Le quería? Aunque nadie excepto él lo supiera, para mi era muy especial; su mirada y sus manos tan suaves, sus brazos en los que yo me habñía refugiado algunas noches. Algunas noches en las que todo el mundo me daba miedo, en las que todo el mundo me señalaba con eldedo, cuchicheaba y reía.
Le devolví la mirada , miré el rostro de Jonah, y volví a hundirme en mis dudas. No en lo que sentía por Jonah, eso era relativamente fácil. Lo complicado era pensar en lo que sentía, simplemente. En ese momento, deje de ver los arboles, la nieve, la carretera, a Jonah, y sólo me pude ver a mi mismo sentado en el centro de ningún sitio, rodeado de gente sin cara, de apariencia terriblemente familiar, gente de indices amenazadores.
- ¡¿Qué pasa, Austin!?- alguien me agarró desde detrás del asiento.
¡Mierda! Era Alexander, el gran capitán de los “Spartans”, el gran hombre de la final.
- Oye, sientoque no pudieras marcar al final, te metieron un buen golpe ¿eh?
- Si... tienes razón...
- Si yo hubiese estado en tu lugar habría marcado, lo que pasa es que eres un flojo- alguien se rió en algún lugar del autobús.
- No todos somos un perfecto producto de Gimansio, Alex.
Jonah me cogió por el brazo, para hacerme recordar lo poco que le gustaba a Alexander que le llamaran por el diminutivo.
- Ya, Austin... ya... – se le notaba molesto
- ¿Al final la fiesta será en tu casa, no? - ¿A qué venía eso en ese momento? No necesitaba que Jonah me protegiese.
- Si, mis padres no estan, los he echado por esta noche... ¿Vendreis, no?
Salí de la ducha, el vapor me envolvía. Miré el moratón en mi pecho... “Te llevaste un buen golpe.. ¿eh?”.... Gilipollas
Mi madre gritó algo desde abajo en las escaleras. Me esforcé en entenderla. El telefono. Me enrollé una toalla roja alrededor de la cintura y mostrando el moratón salí a coger el telefono del pasillo.
- ¡¿Qué pasa, Austin!? – Era Ruth, la hermana melliza de Jonah
- Hola, Ruth. ¿Qué quieres?
- No... nada... primero, felicitarte por lo del campeonato.
- Si... ¿y?
- Oye, ¿té pasa algo? ¿molesto?
- No, lo siento. Es que acabo de salir de la ducha, me estoy quedando helado
En ese momento miré por la ventana al fondo del pasillo. Miré y vi el pozo de extracción, con esa máquiina siempre bombeando. Había noches en las que me entretenía oyendo esa monotionía que venía del final del descampado justo enfrente de mi casa.
- ¡Austin!
- ¿Eh?
- ¡Qué te estoy hablando!
- Ah... si... perdona, lo siento Ruth... estaba hablando con mi madre.
- Si, vale. Bueno, lo que te iba diciend; que mi hermano se ha tenido que ir con mis padres, y no va a poder ir a la fiesta de Alexander. Me ha pedido que te lo diga.
¡¿Cómo!? Me imagine la ventana que enmarcaba la bomba de extracción saltando en mil pedazos que cortaron mis pies.
- ¡Austin!
- ¡Si!... ¡Vale!... gracias por el mensaje, Ruth. Te veo luego.
- Si, ya nos vemos.
Colgué lentamente, pensando. ¿Por qué? Yo ya sabía que Jonah no podía aguantar a Alexander, pero no hasta el punto de dejarme ir sólo a su fiesta. También me quedaba el recurso de no ir yo tampoco, pero no; era también mi fiesta, yo también había ganado ese maldito partido. Yo no quería odiar a Jonah por obligarme a quedar en casa. Volví a ensimismarme, intentando pensar que no había otro camino que ir a esa fiesta.
Entré en el cuarto de baño y me afeité, me puse la loción que me había regalado Jonah. Cuarenta minutos más tarde, arrancaba el coche con las llaves que me había dado mi madre.
Apagué las luces del coche, apagué el motor y se desvaneció su ronroneo.
Parecía haber luces en todas las ventanas de la casa, y con la luz salía el ruido propio de una fiesta, de una gran fiesta.
Bajé del coche. Pensaba en que había llegado en el momento justo: ni demasiado pronto, ni demasiado tarde. Tuve que esperar un poco a que me habriesen la puerta, supongo que no oyeron las cuatro primeras veces que llamé.
- ¡¿Qué pasa, Austin!?
- Hola, Ada. ¿Qué tal?
Era Ada, la novía de Alexander, la preciosa capitana de las animadoras. Me introdujo en la casa, guardó mi abrigo, y me dio una lata de cerveza, ella ya se había bebido unas cuantas. Luego se deslizó entre la gente y desapareció.
Después de ver como Ada desaparecía, me di cuenta de que estaba solo. Todo el mundo bailaba o hablaba con alguien. Decidí que no podía ser, me dirigí con una sonrisa en la boca a un grupo de compañeros que hablaban del partido . Alguien me interceptó.
- ¡Hoooola!
- Hola, Ruth...
La miré, con su cazadora roja de los “Spartans” de su hermano, y me recordó subitamente que Jonah me había abandonado. Empezó a decirme cosas que ni oía, ni quería entender. Señalo a mis compañeros, se rió, señalo a dos amigas suyas, y se rieron. Todo el mundo se reía. Todos tenían algo por lo que reirse. ¿Qué más podía pedir?
Un estruendo se sobrepuso al ruidoso ambiente y acaparó la atención de todos; Alexander había abofeteado a Ada, y ella estaba tirada al lado de la puerta de la cocina, con un bol de patatas fritas volcado a su lado. Alexander gritó algo que no quise entender y Ada se levantó corriendo y subió por las escaleras, una amiga intentó seguirla, pero alguien la detuvo y el bullicion se volvió a apoderar de la atención de todos.
Me sentí asqueado de estar en el mismo sitio en el que había pasado todo lo que estaba viendo y salí fuera, al patio trasero. Había gente, pero conseguí sentarme solo en un extremo de la piscina. Empecé a mirar al fondo de la piscina cubierta, intentando buscar un sitio en el que refugiarme, pero terminé mirando al cielo. Recordé. Recordé lo que, hace mucho tiempo, nos había dicho a Jonah y a mi su abuela: que las estrellas son agujeros que había hecho un pájaro carpintero en el cielo.
Desaparecio la imagen de la abuela de Jonah para dejar su espacio a una ventana del segundo piso, una ventana abiera en la que se veía llorando a Ada.
- ¡Toc... toc... toc!- Mis nudillos sonaron contra la puerta del dormitorio- ¡Toc... toc... toc!
Volvieron a sonar mientras pensaba que nadie me había visto subir. Nadie me prestaba atención. Giré lentamente el tirador y abrí la puerta, la silueta de ella se dibujó en la claridad del mirador, apoyada en el alfeizar. Ni siquiera giró la cabeza al oir la puerta abrirse.
- ¿Qué coño quieres?
- No... nada...
Retiró la cara de entre las manos, tan diferentes a las de Jonah. Me miró, le costó unos segundos, pero finalmente me reconoció.
- ¡Ah!... lo siento, Austin... creí...
- Que era Alex ¿no?
- Si... perdona...
Cerré la puerta tras de mi, y me senté a su ladoen el alfeizar.
- ¿Qué haces aquí?
- Nada... te ví por la ventana... creía que necesitabas hablar con alguien
- Gracias...
Comenzó a explicarme lo que había pasado, no quise entenderlo pero la escuché. Empezó a llorar, y durante un momento recordé que yo también había llorado y me había refugiado en los brazos de Jonah. ¿Por qué me había abandonado? Sentí la necesidad de abrazarla, de reconfortarla, de compartir con ella lo que yo sentía entre los brazos de Jonah, del lejano Jonah.
Le abracé.
Le abracé, y un golpe de electricidad estática nos recorrió, a ella que seguía llorando sobre mi pecho, y a mi que miraba al cielo a través de la ventana. Un millar de extrañezas hicieron acallaron mis pensamientos y rindieron mis sensaciones. Levantó su cara, y me hundió sus ojos de cristales rotosen los mios. Todo saltó hecho pedazos; lo fácil y lo difícil, Jonah, Alexander, Ruth, la gente sin cara de índices amenazadores, las llaves del coche de mis padres, la bomba de extracción de petróleo, los pajaros.
Nuestros labios y nuestras manos se buscaron apresurándose a tantear en lo desconocido. Sus últimas lágrimas se secaron sobre mi moratón. Deje de ser, para empezar a compartir algo que me impedía alejarme de allí y trepar hasta la luna.
Aunque ella reposara sobre mi, dormida como la inocencia de un niño, yo no podía dormir. Quería sentirme sucio, pero no encontraba el por que. Quería poder mirarme en un espejo, pero sobre todo no quería pensar, ni pensar en nada, ni pensar en nadie.
Terminé de abrocharme la camisa, y salí del dormitorio. Cuando cerré la puerta, suavemente, deje dentro todos los sentimientos que hubiera podido experimentar por Ada, y me sentí vacio porque no encontré ningún sentimiento más. Asustado por el vacio emocional que sentía bajé la escalera. La fiesta estaba muriendose, y como si de un campo de batalla se tratase, el salón estaba lleno de cuerpos, cadáveres de gente viva que ya no me amenazaba con el dedo.
Busqué a Ruth para despedirme pero ya se había ido. Finalmente yo también me fui.
Cuando llevaba unos minutos conduciendo me di cuenta que volvía a casa, sin querer llegar a ella. Busqué una cinta, mi cinta preferida. Sonó una canción que decía muchas cosas: La luna llena ilumina mi habitación y envia mi mente a volar... creía que soñaba un imposible que parecía realidad... he encontrado un camino para que tu y yo volemos finalemente libres... simplemente elige un destino en el asiento del trono de diamantes.
Etiquetas: Algo para leer
1 Comments:
Sigue así, joven Grulla... ;)
(¿No nos conocimos en el 98? ¿O era el 99?)
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