La oscuridad de los ojos cerrados empequeñece, y me deja ver una estación de metro, sucia y atemporal, vacía a excepción de un anciano y un joven sentados en los extremos de una terna de ridículos asientos. Parece como si nunca hubiese pasado ningún vagón por allí, o al menos eso reflejan sus caras.
Plantan el camino de una conversación a través del puente de una pregunta banal, y a partir de ahí hablan largo y tendido. Hablan de cosas nuevas, de cosas viejas, de cosas eternas y también hablan de nada.
Cuando dejan de hablar el anciano mira su reloj, que no quiere nadie, y se da cuenta de que el metro ya ha pasado. Los dos han perdido de nuevo su tren. Todo se vuelve a poner “a cero” y la estación se vuelve ha quedar vacía.
Parece como si nunca hubiese pasado ningún vagón por allí, o al menos así lo reflejan sus caras.
Etiquetas: Algo para leer
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home